10.31.2012

La calle sin salida

La gente dice que éste mundo es muy complicado. Otras personas dicen que es un pañuelo. Yo digo que no es más que una ciudad laberíntica llena de calles, cada cual con su historia, su paisaje y su gente.

Una ciudad por donde andamos durante toda la vida, viendo nuevos lugares, conociendo a gente nueva...

Andamos por ella a veces sin rumbo, otras veces conociendo las calles que recorremos, otras veces aventurándonos y probando otros caminos para llegar a un mismo sitio, a veces llegando a desviarnos, a veces terminando perdidos en este laberinto que estoy intentando describir.

En nuestro caso... Un día atajamos por una misma calle y nos encontramos. Nunca nos habíamos visto y creímos que nunca lo volveríamos a hacer. Hasta que llegó el día en que nos encontramos en una calle totalmente diferente y nos sorprendimos por ello.

Empezamos a caminar juntos, recorriendo, entre conversaciones, las interminables calles de esta gran ciudad. Encontrándonos con calles pedregosas, otras de tierra, algunas cuesta arriba. Encontrándonos con personas que nos miraban, que nos criticaban, o que decían que deberíamos separarnos en la siguiente bifurcación.

Sin embargo continuamos caminando juntos, terminando por cogernos de la mano.

Conseguimos encontrar a gente que nos guiaba, gente que nos acompañaba hasta nuestro siguiente destino, gente que, a pesar de su ayuda, poco a poco iba continuando por otros caminos y nunca más nos hemos vuelto a cruzar.

Entonces ocurrió. Tras tanto andar encontramos una calle sin salida. Nos miramos y discutimos que quién había tenido la culpa de haber llegado allí. Pasamos los días apoyados en las paredes frías de aquella calle, sin arreglar aquello. Mirándonos con desprecio, viendo a la gente en la bocacalle pasar de largo sin percatarse de nuestra presencia, nuestro problema.

La simple idea de tener que dar la vuelta y recorrer de nuevo las calles que ya vimos nos resultaba imposible. Aunque fuera una tontería. En ese momento la oscuridad de la calle sin salida era tal que no eramos capaz de ver la cantidad de calles que habíamos recorrido.

Ambos teníamos miedo que por culpa de aquello, en la próxima bifurcación, tomáramos caminos diferentes. Quizá por aquello ninguno se atrevía a rehacer el camino ya andado. Teniendo en cuenta la inmensidad de esta ciudad donde nadie asegura que podamos volver a coincidir en alguna otra calle lejana.

Decidimos rehacer nuestro camino, en silencio, temerosos por lo que podríamos encontrar esta vez. Bajo miradas de burla, críticas y consejos egoístas de gente ajena a nuestra historia andamos y andamos durante varios días... Hasta llegar a una bifurcación. 

Entonces me cogiste de la mano y me miraste: "¿Qué sentido tendría todo lo que hemos recorrido si termina aquí?"

Tras aquello nos dimos cuenta. Aunque hubiéramos decidido seguir por separado, en momentos diferentes en el tiempo... Habríamos cogido por la misma calle en aquella bifurcación.

Por que al fin y al cabo... Es lo que tenía que pasar.

No importa lo grande que sea este laberinto llamado vida. No importa la cantidad de calles sin salida que encontremos. No importa cuántas veces tengamos que dar la vuelta. Pase lo que pase, no tengo miedo.

Estas conmigo... ¿Verdad?


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